Dicen que la manera de conocer realmente un objeto es unirse a él, a través de una contemplación abierta y amorosa que permite percibir, en una primera instancia, cada detalle material que lo compone y, en una segunda instancia más profunda, cada idea que subyace, la sustancia sutil del alma del objeto que se expresa en esa forma. Las hadas, duendes y elfos de lana de María Muñoz cuando son percibidos con esa actitud contemplativa, propia del corazón, descubren al alma que percibe su trabajo, una artesana llena de delicadeza y dulzura, una delicadeza sutil que permite hilar de forma muy fina el alma de la lana y de las hadas que convoca a habitar en sus pequeñas creaciones.
El arte es una donación de nuestro espíritu, sea una pincelada, una nota vibrante o una puntada de lana, cada cardado, cada hilo peinado y amaestrado vehicula nuestra alma en el proceso creativo. Para hacer surgir una forma de la nada, que permita contener el espíritu de un concepto, de una representación, en este caso de una hada, de un duende o de un elfo, realidades invisibles, pero tangibles para las almas enamoradas de esos reinos que cohabitan con el hombre, uno tiene que entregarse a la tarea con presencia amorosa, atenta, y eso hace que el nudo que simula el cabello del elfo, o el ala de una hada blanca llevé inserto el color de nuestro carácter, de nuestras virtudes: nuestra templanza, paciencia, vigilancia, contento….
El arte y la artesanía, que tiene mucho de arte, es también un vaciamiento, un convertir el alma en una copa vacía, vacía de nuestros discursos internos, para que haya hueco a la inspiración que continuamente nos rodea, un silencio pleno que permita al espíritu de un hada que vive en el nido de un arcoiris aceptar descender a la densa materia de los hombres y quedarse fijada en una forma material, ellas que son éteras y que viven en los ríos, en los árboles, en el fuego, en el viento, dando resplandores de belleza y de cuidados femeninos a la madre Naturaleza, aceptan por el amor con las que las convoca María a ser fotografiadas en lana.
Os invito a que fundáis vuestra mirada de niños, la que ve hadas en el bailar de un fresno ante la brisa de la tarde, o un duende habitando en el desván y cuidando de las hierbas medicinales de la sabia abuela, o un elfo cantando junto a una ondina, en la rivera del un río al alba de la luz que los convoca, con la bella mirada de María, a través de su artesanía, y de esta primera fusión paséis como por el puente que su arte nos tiende a la unión con la mirada del mundo de los elementales que os observan tras miríadas de fenómenos naturales, sobre los que cabalga este mundo paralelo al nuestro con el que algunas personas tienden hilos de lana con alma de hada.
Beatriz Calvo Villoria